El lobo bueno y el lobo malo

Hace muchos años, un abuelo le contó a su nieto una lección que le cambiaría la vida:

—Dentro de nosotros viven dos lobos en constante pelea. Uno representa el miedo, la duda, la inseguridad, todo lo que nos hace pequeños y nos frena. El otro representa la confianza, la esperanza, la fuerza y la determinación.

El nieto, intrigado, le preguntó:
—¿Y cuál gana?

El abuelo lo miró a los ojos y le respondió:
—El que alimentas.

Es una historia simple, casi infantil, pero encierra una verdad brutal: tus pensamientos son los que definen tus resultados. Si alimentas al lobo de la inseguridad, ¿cómo esperas sentirte seguro en el escenario? Y no, esto no es magia, karma ni esas teorías de que la vida te da lo que mereces. Es algo mucho más simple y lógico: tus pensamientos afectan directamente tu rendimiento.
Las profecías autocumplidas no tienen nada de místico

Piensa en esto: si antes de salir al escenario en tu cabeza aparece un “Voy a fallar” o “No soy lo suficientemente bueno”, tu cuerpo responde a esos pensamientos. Tus músculos se tensan, tu pulso se acelera, y esa sensación de control que tenías al ensayar se escapa por la ventana.

Cuando finalmente sales a tocar, tus manos tiemblan, cometes errores, y el público nota tu inseguridad. Entonces piensas: “¿Ves? Sabía que iba a salir mal.” Pero no fue una cuestión de mala suerte ni de un castigo cósmico.

Fue un simple caso de causa y efecto: tu mente creó las condiciones para que fallaras.

Esto tiene un nombre: profecía autocumplida. Y aunque pueda sonar como algo sacado de un libro de autoayuda, no tiene nada que ver con eso. Es pura ciencia.
En los años 70, Daniel Kahneman, describió un fenómeno conocido como el efecto de verdad ilusoria. Este efecto dice que cuanto más repites una idea, aunque sea mentira, más real te parece. 
No fue el primero en hablar de esto, pero se explicó tan bien aplicacndolo al mundo de la economía que le dieron un Premio Nobel. Su explicación dejó algo claro: si alimentas constantemente a tu lobo de la duda, terminarás creyendo que no puedes, incluso si eso no es verdad.

Pero aquí está el giro: esto también funciona al revés. Si alimentas a tu lobo de la confianza, cambias cómo piensas, cómo sientes y cómo actúas. Y cuando cambias cómo actúas, cambian los resultados.
Otro estudio.

En los años 60, Rosenthal y Jacobson llevaron a cabo un experimento en una escuela primaria. Eligieron a un grupo de alumnos al azar y le dijeron a los profesores que esos niños estaban destinados a destacar en el próximo año. ¿El resultado? Esos alumnos mejoraron notablemente, no porque fueran más inteligentes, sino porque las expectativas de sus profesores moldearon cómo interactuaban con ellos: les explicaban mejor, les dedicaban más tiempo y los alentaban más.

​Todo esto de manera inconsciente, claro. Ellos pensaban que trabajaban igual con todos los alumnos.

Esto demuestra que nuestras expectativas no solo afectan lo que pensamos, sino también cómo actuamos y, en consecuencia, los resultados que obtenemos.

Si tú esperas fallar, todo en ti trabajará para confirmar esa expectativa. Si esperas triunfar, lo mismo ocurre, pero en dirección opuesta.
Es fácil leer hasta aquí y pensar: “Vale, ya entendí: tengo que alimentar al lobo bueno, creer más en mí y cambiar mis pensamientos negativos.”
Pero déjame ser claro: saber qué hacer no es suficiente.

Si fuera tan simple como decirte a ti mismo “Todo va a salir bien” o “Tengo confianza”, ya lo habrías solucionado, ¿no? El problema no es saber el qué, es entender el cómo. ¿Cómo cambias esas creencias que llevan años instaladas en tu cabeza? ¿Cómo rompes ese ciclo en el que tus nervios parecen ganar siempre?

Aquí está la clave: necesitas herramientas y estrategias concretas para reprogramar tu mente.

No hablo de querer pensar en positivo sin creerselo del todo, esperando que haga efecto. Hablo de aprender a redirigir tus pensamientos, gestionar tus emociones en tiempo real y entrenar a tu mente de la misma forma que entrenas tus manos en el instrumento.
No es magia. Es posible, si sabes cómo hacerlo

Aquí está lo bueno: no necesitas creer en el destino, ni esperar un milagro, ni pasarte años atrapado en la lucha entre tus dos lobos. Superar el miedo escénico no es un misterio, es un proceso que puede aprenderse.

Cuando sabes cómo redirigir tu mente, ocurre algo casi inmediato: la tensión disminuye, recuperas el control y te permites dar lo mejor de ti. Tus habilidades, que siempre han estado ahí, dejan de verse opacadas por tus nervios.

Esto no es algo reservado para unos pocos. Día a día veo como cualquier músico puede lograr con las herramientas adecuadas.
Conclusión: ¿A cuál lobo alimentarás hoy?

La parábola del abuelo y el nieto no es solo una historia bonita. Es un recordatorio de que tú tienes el poder de impactar sobre ti. Puedes seguir alimentando al lobo de la duda y ver cómo tus nervios escénicos se refuerzan una y otra vez. O puedes aprender a alimentar al lobo de la confianza y cambiar tu realidad en el escenario.
La pregunta por tanto, no es si puedes superar tus barreras mentales. La pregunta es: ¿estás dispuesto a aprender cómo hacerlo?

pexels-nitin-khajotia-1486064_clipped_rev_1 1 png

Joseba Olano

La Mente del Músico

Entrenador de mentalidad de músicos clásicos.

Un saludo,

​Joseba

2025 © La Mente del Músico

​Jesús María Leizaola 12, 48640 Vizcaya

La información, contenido y servicios incluidos en esta web ni son ni han de ser considerados como diagnóstico o tratamiento clínico ni medico de enfermedades mentales ni de ningún otro tipo, sino herramientas de desarrollo personal y entrenamiento de mentalidad. Si usted sospecha que padece una enfermedad mental o ha sido diagnosticado de ello, le sugerimos a que acuda a un profesional clínico de salud mental, siendo en todo caso la responsabilidad de usted el hacerlo.